Por tratarse de un bien de primera necesidad, las empresas alemanas no podían hasta ahora elevar los precios libremente, pero ante la ola amenazas de insolvencia y quiebras en el sector, el Gobierno de Olaf Scholz ha implementado una reforma legal con el objetivo de «asegurar la cadena de suministro». A partir de octubre y hasta 2024, las empresas asumirán un 10% de los sobrecostes de la compra de materias primas, pero el resto se cargará sobre el consumidor: se recaudará de todos los clientes de gas a través de una tasa todavía por confirmar de entre 1,5 y 5 céntimos por kilovatio hora.
Ha sido la gota que ha colmado el vaso. El movimiento que había ido cobrando cuerpo en las redes sociales bajo la denominación #IbinArmutbetreff (#Estoy afectado por la pobreza) salió ayer por primera vez a la calle en manifestaciones coordinadas en Berlín, Hamburgo, Múnich y Colonia.
El miedo del Gobierno alemán a un levantamiento social en otoño o invierno parece estar adelantándose y con ello triunfa la estrategia de Putin, que demuestra su capacidad de desestabilizar desde la distancia a los gobiernos europeos que le resultan incómodos. A un movimiento que hasta ahora reunía a personas con bajos ingresos se suman círculos que creían seguros sus ingresos.
«Ya hemos pagado el último mes una factura de gas un 180% más alta y nuestra empresa nos ha escrito anunciando que a partir de octubre la de ahora se multiplicará por cuatro. Le aseguro que no podremos pagar esa factura y tenemos dos niños en casa que todavía no van al colegio», explicaba Leona, madre de familia que participaba en la marcha de la capital alemana y abocada a pagar unos 500 euros mensuales en la factura del gas a partir de otoño. «Siempre pagamos los mismos, pero esta vez ni siquiera tendremos suficiente para pagar», se leía en una de las pancartas.
Un nuevo tipo de pobreza
«Se trata de un nuevo tipo de pobreza, la pobreza energética», explica Christoph Butterwegge, director del Instituto para Estudios Comparativos de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad de Colonia. Si hasta ahora la pobreza se determinaba por el nivel de ingresos, Butterwegge señala que es urgente modificar esa forma de medición. Lo que nos muestran estas protestas es que la pobreza se está colando en los hogares por la factura energética y que eso tendrá consecuencias: «Si la sociedad no es cuidadosa, la cohesión social podría perderse».
Por primera vez estas protestas, aunque todavía no muy numerosas, se han organizado de forma coordinada. El ministro de Economía, Robert Habeck, ha experimentado su potencial en julio, cuando fue abucheado y acalladopor coros de «¡Piérdete!» que impidieron su discurso en Baviera. La ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, ha hablado de «levantamientos populares» y la ministra de Interior, Nacy Faerser, ha prevenido que «por supuesto existe el peligro de que aquellos que ya gritaron su desprecio por la democracia durante la pandemia intenten hacer ahora un mal uso de los precios como tema de movilización».